El nuevo ciclo de crisis estructural económica-financiera,
y sus efectos dramáticos en la población, paralelo a la concentración de la
riqueza y el aumento de la desigualdad, ha hecho resurgir la demanda y la
tremenda necesidad de una economía centrada en la personas, en la mayoría
social. Partimos
del reconocimiento de que el sistema económico capitalista en el que vivimos,
regido por las leyes del libre mercado y basado en un crecimiento continuado,
no solo es incapaz de satisfacer las necesidades básicas de las personas y
asegurarles una vida digna, sino que además es insostenible. Asumimos que el
éxito de las políticas públicas no debe ser medido únicamente por el
crecimiento económico que generan, mientras elementos como el bienestar, la
equidad, los derechos sociales o el medio ambiente son consideradas cuestiones
secundarias, “lujos” que vendrán como resultado del propio crecimiento. De ahí
que veamos que para avanzar hacia una economía justa son necesarias políticas
económicas que pongan en el centro valores como el bien común, la participación
y la colaboración entre las personas, la lucha contra la desigualdad social y
de género, la sostenibilidad medioambiental, en definitiva, políticas
económicas coherentes con el desarrollo humano, que respondan a nuevas formas
de entender la economía, pero también la vida.
En el contexto de la creciente y asimétrica globalización, el
cuestionamiento actual del sistema económico (creciente distribución desigual
de la riqueza, concentración de las decisiones económicas en pocas manos,
cambio climático, crecimiento económico sin empleo y mejora del bienestar,
etcétera) está provocando la proliferación de modelos y herramientas económicas que buscan situar a
las personas y su bienestar en el centro de la economía, con su reflejo en el
ámbito de las empresas (economía del bien común, responsabilidad social
corporativa), o del comportamiento económico individual de las personas (comercio
justo, banca ética, bancos de tiempo, plataformas de intercambio….), en
definitiva renovando el énfasis en las actuaciones en el marco local. Una de
las iniciativas posibles tiene que ver con el sistema monetario, con la
creación de un instrumento de pago íntimamente conectado a objetivos de la
comunidad y el territorio, que ponga el dinero al servicio de las personas, en
vez de que estemos al servicio del dinero.
Una de las asistencias técnicas que he llevado a cabo
últimamente en Canarias tiene que ver precisamente con las monedas sociales,
asumiendo el desafío de acompañar profesionalmente a la Reserva de la Biosfera
de Lanzarote y el Cabildo Insular en el proceso participativo de diseño y
lanzamiento de una moneda local y responsable que fuese una herramienta para
fomentar el desarrollo local sostenible de Lanzarote. Partíamos de la visión de
la moneda social como un instrumento de
intervención transversal y de amplio espectro funcional y programático que
podría formar parte del programa de intervenciones de una Reserva Mundial de la
Biosfera. De
hecho, en una primera aproximación (“Nota conceptual sobre moneda social en
Lanzarote”) comprendimos que la utilización en Lanzarote de un sistema
monetario complementario asociado a la Reserva, y por lo tanto al conjunto de
la isla, podía sin lugar a dudas contribuir a:
- Crear riqueza social, y contribuir a la creación de empleo y desarrollo en el ámbito local y comunitario;
- Estrechar los vínculos entre objetivos medioambientales y los objetivos de desarrollo local sostenible de la Reserva de la Biosfera;
- Vincular los objetivos del sector turístico (marca de Destino Turístico Sostenible) a los objetivos de la Reserva de la Biosfera (disminuyendo la huella ecológica del turismo), mostrando la interdependencia de ambos objetivos;
- Aumentar la implicación y participación de los actores sociales y económicos en la consecución de los objetivos de la Reserva, al mismo tiempo que se empoderan en la esfera inmediata de la economía.
Ni que decir tiene que la participación de los agentes
sociales, económicos e instituciones de la isla, siendo un aspecto complejo,
resulta absolutamente esencial para una iniciativa de moneda complementaria. La
introducción de un instrumento monetario que se entiende como vertebrador de
una manera alternativa de entender las relaciones económicas locales, requiere
de forma imperiosa de un proceso participativo, tanto para el diseño como para
la puesta en funcionamiento de la moneda.
En nuestro caso, las asambleas-talleres
llevadas a cabo nos mostraron que en un proceso de esta naturaleza no se pueden
forzar los tiempos, y no menos importante, la necesidad de contar con una
facilitación y acompañamiento profesional.
Aunque el proyecto de moneda alternativa para
Lanzarote se paró al finalizar la primera fase, es de esperar que
en un nuevo ciclo de las instituciones locales a partir de mayo 2015 esta ilusionante y valiente iniciativa recobre nuevos bríos para contribuir a asegurar un mayor control
ciudadano de la economía.
http://jorgeperezartiles.blogspot.com.es/p/desarrollo-economico-local.html
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